La agricultura ecológica y sostenible emplea cortinas forestales para defender los cultivos del viento. Es la manera natural de defendernos de la fuerza de la Naturaleza. Sembramos hileras de árboles alrededor de nuestra huerta ecológica, que protegen nuestros frutales y hortalizas y tienen además otros efectos muy favorables.
Durante el otoño – invierno, entre octubre y marzo, en la huerta se dan días de fuertes vientos racheados típicos del clima mediterráneo. Suelen soplar la Tramontana del norte y el Levante del este, que pueden alcanzar rachas superiores a los 120 km/hora. Hace ya más de diez años plantamos hileras de cipreses y en algunas parcelas, de olivos, separados unos dos metros entre ellos.
Las cortinas de árboles han crecido y hoy forman una sólida barrera perpendicular a la dirección predominante del viento, frenando su acción sobre los cultivos y reduciendo la erosión del suelo. También permiten conservar mejor la humedad del suelo y reducir el estrés hídrico. La evaporación está directamente relacionada con la velocidad del viento, por lo tanto, al disminuir la misma se genera un ahorro de agua importante en el área protegida. En las parcelas donde tenemos plantados frutales, la cortina forestal tiene un efecto protector contra las heladas invernales, ya que frena la entrada de aire frío y generan un microclima que conserva el calor diurno. La energía solar absorbida por todo el ambiente se traduce en una elevación de la temperatura.
Este fenómeno amortigua el enfriamiento de noche, reduciéndose así la intensidad de las heladas. Los árboles brindan además refugio a las aves y animales silvestres, pudiendo albergar diferentes especies, favoreciendo así el equilibrio ecológico de la zona. Durante la mayor parte del año la cortina de árboles de nuestra huerta se mece serenamente con la brisa, embelleciendo el paisaje. Pero cuando llegan las amenazadoras tormentas de viento, su tranquilizadora protección nos asegura que podremos seguir cosechando.